octubre 15, 2025

Soya, maíz y tabaco transgénicos se cultivan con sello UNAL

Los transgénicos permiten cultivos más resistentes y sostenibles. Foto Cortesía: Unimedios.

Agricultura & Ganadería

(UN – Lunes 23 de junio de 2025).- Durante años los alimentos transgénicos han estado en el centro de un debate marcado por temores sobre posibles efectos en la salud y cuestionamientos por el control que ejercen algunas multinacionales sobre su producción. Sin embargo, la evidencia científica acumulada señala que esta tecnología es segura y que su potencial va mucho más allá de la agricultura, ya que permite avances en investigación médica, producción de vacunas, materias primas industriales y desarrollo de nuevos materiales como los bioplásticos.

Hoy Colombia no solo consume estas tecnologías, sino que además las produce localmente con libertad de operación, es decir sin infringir patentes vigentes. Así lo demuestra el trabajo del grupo Ingeniería Genética de Plantas (IGP) de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), que ya ha desarrollado tres variedades transgénicas nacionales: soya, maíz y tabaco modificado con fines industriales.

En el país el vencimiento de varias patentes ha abierto la puerta para que grupos de investigación como el IGP desarrollen sus propias semillas, libres de restricciones comerciales. “No se trata de una tecnología cerrada o inalcanzable. Hoy tenemos en el país tres plantas transformadas con libertad de operación, es decir que se podrían cultivar y aprovechar sin depender de licencias extranjeras”, explica el profesor Felipe Sarmiento, del Departamento de Biología, uno de los investigadores del grupo.

Uno de los principales temores en torno a los transgénicos ha sido su posible relación con alergias o alteraciones metabólicas. Sin embargo, estudios realizados con animales alimentados con maíz o soya transgénica, incluso bajo exposición a herbicidas como el glifosato, no han mostrado diferencias frente a los alimentos convencionales. Tampoco se ha evidenciado transferencia de material genético a organismos consumidores.

“Llevamos más de 40 años comiendo maíz transgénico sin que se haya documentado un solo efecto adverso directamente atribuible a esta tecnología”, aclara el experto.

En Colombia el 36% del maíz y casi el 100% del algodón sembrados corresponden a variedades transgénicas. En menor escala también se cultiva soya modificada genéticamente, y hay flores transgénicas de exportación. Más allá de los cultivos comerciales, las plantas transgénicas han sido fundamentales para la investigación biológica, ayudando a entender funciones genéticas, producir proteínas para vacunas o generar compuestos industriales. Un ejemplo innovador es una planta de tabaco desarrollada por la UNAL para producir bioplásticos a partir de una proteína vegetal transformada.

Hasta hace poco el mercado global de semillas transgénicas estaba dominado por empresas como Bayer-Monsanto, Corteva, Syngenta o BASF, que protegían sus tecnologías mediante patentes estrictas. Sin embargo, muchas de esas patentes han empezado a vencer, y eso les ha permitido a investigadores colombianos aprovechar el conocimiento disponible para generar variedades propias.

Por ejemplo, en alianza con Fenalce, la UNAL desarrolló una soya resistente al glifosato, diseñada para contener la mínima cantidad de elementos patentados y validada con estudios de libertad de operación. También se trabaja con un maíz cuya patente venció, usado como base para nuevos cruzamientos.

“Eliminar esta tecnología por miedo sería un error. Ya hemos demostrado que es posible usarla de forma responsable, segura y soberana”, concluye el investigador Sarmiento. La apuesta ahora es por impulsar nuevas ideas que conecten la biotecnología con las necesidades del país, desde cultivos más resistentes hasta cadenas productivas sostenibles.